Cuentos de Augusto Monterroso

                                                      Augusto Monterroso 

Biografía:
        Escritor guatemalteco de origen hondureño, Augusto Monterroso abandonó la escuela a los once años, teniendo desde entonces una formación autodidacta.  En 1936, su familia se asentó en Guatemala y allí comenzaría a publicar en la revista Acento y el periódico El Imparcial, siendo cofundador del periódico El Espectador
         Activista contra la dictadura del momento, Monterroso fue detenido, tras lo que se exilió a México, donde se relacionó con la intelectualidad de la época. Más tarde fue nombrado cónsul de Guatemala en La Paz (Bolivia), y de allí, marchó a Chile, para después regresar a México, en donde dirigió el Taller de Cuento de la Dirección General de Difusión de la Cultura, integrado en la Universidad nacional Autónoma de México y posteriormente el taller de Narrativa del Instituto Nacional de Bellas Artes. 
        La producción literaria de Monterroso  fue dirigida casi por completo al cuento y el relato corto, aunque también publicó varios ensayos. Es considerado el autor del minicuento más famoso de la literatura: El dinosaurio.
        Su obra obtuvo numerosos premios como el Xavier Villlaurrutia de 1975, el Juan Rulfo en 1996 o el Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2000, entre otros.

El ECLIPSE
 [Cuento – Texto completo]

 

   Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
   Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
   Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
   Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
   Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

FIN
[Augusto Monterroso: Cuentos]

LA VIDA EN COMÚN
[Minicuento - texto completo]

Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo, esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.

FIN
  [Augusto Monterroso: Cuentos]

EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR
[Fábula – texto completo]

            Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.

                            FIN                              
 [Augusto Monterroso: La oveja Negra y demás fábulas]

LA OVEJA NEGRA
[Fábula – texto completo]

      En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
      Fue fusilada.
      Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
      Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

                     FIN                         
 [Augusto Monterroso: La oveja Negra y demás fábulas]

2 comentários em “Cuentos de Augusto Monterroso”

  1. Bom dia, nesses dias estarei me correspondendo em português, mas em breve estarei escrevendo em espanhol jajaja!
    Imprimi todas as leituras, mas não estou sabendo a sequencia que devo seguir. Você pode me indicar em qual devo começar?
    Obrigada, por nos conceder esse curso tão maravilhoso.

    • Hola, Maria Celene:
      Después de haber visto los vídeos en Youtube y de haber aprendido los contenidos del nivel A1, puedes empezar con “La vida en común”, después con “El espejo que no podía dormir”, etc. Algunos de ellos los desarrollo en las tareas que dejo, ¿vale?
      Un abrazote.

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